miércoles, 3 de octubre de 2012


LA IGLESIA CATÓLICA DE NUEVA ESPAÑA


El Regio Patronato Indiano consistía en diversos privilegios que la Santa Sede había concedido a los Reyes Católicos, Isabel y Fernando y a sus sucesores, en relación a los descubrimientos americanos. El papa Alejandro VI en sus bulas “Inter caetera” en 1493 y otra en 1501 así como la del papa Julio II en 1508, por la donación que hicieron a los monarcas españoles de las islas y Tierra firme, para que evangelizaran a sus habitantes y a erigir iglesias. Al rey de España se le consideró patrono y al virrey de Nueva España vice patrono. La obligación de los reyes era evangelizar a los indígenas, autorizar y organizar misiones, costear los gastos, proponer a las personas de la jerarquía desde obispos y canónigos hasta capellanes, y percibir los diezmos reteniendo una parte de ellos. Construir desde una catedral hasta la más humilde capilla. Las sentencias de los tribunales eclesiásticos podían ser revisadas por funcionarios de la Corona, también podía fiscalizar las bulas y breves papales. Por su parte la Santa Sede se limitaba a confirmar y aprobar lo que decidía la Corona. Todo esto era por el hecho de ser el Imperio Español la espada del catolicismo en su lucha contra los protestantes. El Concilio de Trento fue de hecho un “concilio español”.
La Iglesia Católica en Nueva España fue uno de los dos pilares creadores y civilizadores del nuevo país. Para la formación de México fue indispensable y sus frutos fueron los mayores por la conversión de los paganos a la Doctrina de Cristo. En los trescientos años del Virreinato moldeo la mente del pueblo en el temor de Dios el Creador, instituyo la caridad para con los semejantes motivando la construcción de innumerables Casas de Beneficencia, Hospitales, Monasterios y Conventos y Casas de Instrucción, Templos y Catedrales que se llenaron de obras de arte invaluables, demostrando con ello el nivel de civilización y cultura alcanzado por las clases altas y medianas de la sociedad. 
Después de doscientos años de revoluciones y robos, expolios y destrucción en los siglos XIX y XX, del rico patrimonio virreinal, se pueden ver aún muestras de tal riqueza. Sería labor de cientos de libros de Arte, recopilar imágenes de lo que todavía se puede encontrar a lo largo y ancho de nuestro país.
La Iglesia Católica en Nueva España comenzó con los clérigos que llevó Cortés consigo en su Conquista; Fray Bartolomé de Olmedo y el padre Juan Díaz; luego fueron llegando muchos a medida que se iba consolidando ésta.
Las primeras Diócesis fueron: la Carolense en 1518 con el obispo Fray Julián Garcés, la de México con el obispo Juan de Zumárraga, la Michoacán con el obispo Vasco de Quiroga y la Chiapas con Fray Bartolomé de las Casas.
Atendiendo a repetidas instancias de los colonos y pobladores de Nueva España, el Rey don Felipe II creó el Tribunal del Santo Oficio en Nueva España y otro en el Perú, por real cédula del 25 de enero de 1569 y comprendía todo el Virreinato de Nueva España e incluía a las Islas Filipinas, Guatemala y el obispado de Nicaragua, el Tribunal de la Inquisición se asentaba en las mismas bases del de España.
En los tres siglos del Virreinato y de los territorios del continente se sucedieron miles de clérigos de todas las jerarquías dejando la Iglesia perfectamente asentada y preparada para afrontar los ataques de los revolucionaros angloamericanos y franceses que queriendo destruirla solamente la hirieron aunque no de muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario